¿Amarrada de por vida a un sentimiento no correspondido?... Es mi temor
Siento en la noche, el peso de
las horas que transcurren lentamente. Como único compañero, el silbido del
viento, que se cuela por las planchas que techan mi patio.
Sentada... en un escalón, viendo sin
ver... Mientras mis labios sienten el
frío del gollete de una cerveza y mi garganta el calor del humo del cigarro que
me estoy fumando.
Pensamientos caóticos, hacen dúo
con el latir acompasado a veces, disparado otras, de mi corazón, como si de una
marcha fúnebre se tratara.
Mi oído se agudiza... Se escucha
el chirrían de alambres y metales, con los que juega el viento en otras azoteas
vecinas. El sonido seco de la puerta de un coche al cerrarse y los
pasos de ese alguien, interrumpen por un segundo mis locos pensamientos.
Sigo aquí... en el patio...
bebiendo... fumando, intentando de una forma engañosa coger consuelo donde no
lo hay. Intentando encontrar una razón lógica a lo ilógico que me ha pasado...
buscando porqués sin respuestas. Intentando poner orden en mi mente... en mi
corazón.... en mi vida.
Es inútil.
Mi vista se alza y queda prendida
en la enredadera que baja por la pared de la azotea, buscando en ese ser
viviente alguna señal a mis cientos de preguntas. Pero no la hayo... más bien
parece decir que ella no me puede dar
las respuestas.
El viento continua y su sonido,
otras veces incomodo y fóbico, se convierte en mi aliado, diciéndome con su
música, que no pierda la fe... que de tiempo al tiempo. Viento, que pareces
sentir lo que yo siento en este momento y en esta hora, donde termina un día y
comienza otro.
El sueño, único compañero de mis
desdichas, me esquiva. Y las lagrimas de nuevo hacen su aparición, mezclándose
en mis labios con el último trago de cerveza. Ni siquiera los fármacos, antiguos aliados,
están esta noche conmigo... Me siento sola e incomprendida, mi mente, ahora
enemiga, no deja de enviar como una centrifugadora, pensamientos falsos e indeseados...
Tu vida es una mierda.
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Consejos para evitar ser manipulados:
Cuando alguien te diga: Lo que debiste hacer o Lo que debiste decir es tal cosa, apresúrese a responderle: ¿Me propones acaso que intente retroceder el tiempo para hacer lo que debía haber hecho.
Ande con mucho cuidado, el término mágico "por qué" puede mantenerle en perpetua retirada. Y usted no tiene que estar siempre dando explicaciones de por qué ha hecho las cosas de la forma que las hizo. Las hizo así porque esa fue su propia determinación y ya está