domingo, 27 de noviembre de 2011

La Happy Flower no existe...



A veces crees encontrar un lugar donde sentirte parte de un algo, pero más tarde o más temprano aparece la cruda realidad, esa especie de egoísmo que innatamente tenemos, supongo que una forma de supervivencia de la especie que se ha agudizado con el transcurrir de los tiempos. Cuantos menos problemas sepamos del resto del mundo, más felices seremos (o eso creen muchos). Yo quisiera evitar el dolor, propio y ajeno, pero sé que es un imposible, cada miseria, cada desgracia me afectan como si de mi propia vida se tratara y por tanto, pretendo de una forma ingenua que todo el mundo sea como yo, cuando no es así.
En tiempos de bonanza(me refiero a cuando ningun problema grave me rodea), soy una persona optimista y alegre. Cuando la tragedia, mis tragedias, que pueden ser menudencias para otros, me cae encima como un chaparrón de verano, quiero hablarlo, quiero compartirlo y no para inspirar lastima, no quiero la lástima porque aun soy fuerte, solo quiero compartir para que esa pena y tristeza al contarla se diluya como un azucarillo, quedando ahí, dando sabor a mi vida pero sin que me ahogue y me asfixie como si unas manos invisibles apretaran mi cuello.
Cuando un problema nos ahoga nos volvemos vulnerables y susceptibles. Cada palabra, cada mención de algo similar a nuestro problema en forma de crítica, lo sentimos como un ataque directo y una burla a nuestra persona. Eso me ha sucedido a mi recientemente, en ese momento te planteas muchas cosas, sobre todo piensas en lo egoístas que son algunos, cuando unos días antes realizaban la misma acción (compartir su tristeza), afean la ajena, como si solo ellos pudieran sentir mal del alma y solo ellos pudieran tener graves problemas. Como si solo ellos fueran personas con dolor y pena y el resto que les rodea, bufones que saltan ante el “Rey” en el momento que ellos están tristes para alegrarles y sacarles de esa apatía y melancolía.
Siempre me digo a mi misma que no voy a contar nada de mi vida y de esta manera evitar que me hieran… Esa idea igual que viene se va… Durante muchos años viví para adentro, rumiaba mi pena, mi dolor e incluso mi odio envenenando mi alma. Un día comprendí que el contar mis males hacía que estos desaparecieran o fueran menos graves de los que yo creía y desde entonces aunque me hieran, me critiquen, me tilden de peliculera y victimista, suelto por la boca y dedos esa podredumbre… Porque una vez que la sueltas, ya no daña…
Quiero decirle a esos semiegoistas, que la Happy Flower no existe y que compartir las penas te hace más llevadera la vida… Eso si…compartir significa que además de contar las nuestras, debemos solidarizarnos con el otro que seguramente en cualquier momento de la vida tendrá una que contar y que por ello no seremos más o menos felices…. Simplemente seremos más humanos…
Buena semana a todos…