domingo, 20 de diciembre de 2009

Una bella historia de amor ¿o no? (2ª parte)


Fue el verano del 2001 el mejor de su vida (o eso pensaba ella).


Por fin había encontrado a su alma gemela, alguien que hacia latir más aprisa su corazón y soñar con cosas hermosas.
El primer beso llegó inesperado, por ser casi robado, dejándole en la boca del estomago la sensación de tener un millón de mariposas juguetonas revoloteando sin parar durante horas enteras dentro de él. Los días pasaban deprisa y lentamente a la vez, como aletargados. El cielo era más azul, el aire olía a algodón de azúcar y a flor de jazmín. La gente era más hermosa y ella se sentía bella y adorada.
Estar con él era una aventura continua, repleto de sueños que pensó nunca realizaría, como hacer el amor bajo un cielo cuajado de estrellas centelleantes a más de tres mil metros por encima del mar, con un imponente volcán protegiéndoles de las miradas indiscretas. Conoció lugares que aun estando a su alcance, nunca pisó por sentirse fuera de lugar. Solo él podía hacer que una simple cerveza se convirtiera en la bebida más exótica con solo su compañía. Una verbena popular, el gran baile de su imaginación infantil con príncipe incluido ¿Qué más podía desear?
Aquellos meses estivales fueron mágicos… Pero a medida que se acercaba Septiembre, la cosa iba cambiando poco a poco y sin apenas darse cuenta… Sentía que él no era todo lo sincero que dijo ser en sus escritos y la sombra de la duda planeaba día sí y día también, oscureciendo su idílico romance. Ausencias y pequeñas mentiras casi imposibles de detectar, se unían para minar su recién adquirida autoestima.
Septiembre era el mes elegido para sus vacaciones anuales, por ser mucho más tranquilo en todos los niveles. Menos aglomeraciones en playas y carreteras iban acompañados casi siempre, por un mar en calma y quieto como un espejo…
Día 11 de Septiembre… No podía creer lo que sus ojos veían y lo que el presentador de telediario en Antena Tres retransmitía. Los dos colosos símbolos junto con el Empire State de la cosmopolita ciudad de New York iban cayendo a plomo como si se tratasen de construcciones realizadas de papel… Las imágenes se sucedían una tras otra y fue con este impacto visual, cuando el móvil lanzó su grito. El comentaba con incredulidad lo que sucedía y entre ese compartir de sensaciones, pusieron la hora más idónea para verse…
Nada más entrar en el coche, él le informa de que no puede estar con ella el tiempo acordado, ya que le había surgido un compromiso con unos amigos y no ha podido desligarse del como había sido su deseo. De esta forma pusieron rumbo a la Villa Mariana, para tomarse un refresco, mientras departían sobre lo sucedido en ese día y pasar unas horas juntas de la mejor manera posible. Lo notaba raro… mas irritado que de costumbre y todo fuera bien, hasta que sin razón aparente empieza la bronca… Frases sueltas, sin sentido en aquel momento le hacían pensar si valía la pena seguir con aquello que parecía estancado y sin ningún esfuerzo por parte de él de que llegara a buen puerto. Dos nombres de mujer, sustituyendo al suyo acompañado por carcajadas que no resultaban tan inocentes como el pretendía, provocaron en ella el aguijón de los celos y la inseguridad. Así que se levantó de la mesa para ver si esa broma cruel terminaba de una vez... Dentro del coche, él no hacía nada por resolver la cuestión por lo que su mente no dejaba de plantearse el romper en ese mismo instante esa incipiente relación y no sufrir más de lo deseado.
A medida que se acercaba al punto donde él se bajaba del coche, le soltó de repente que quizás se habían equivocado ambos y que mejor sería dejar la relación en ese momento antes de dañarse mucho mas… “Creo que yo no soy la chica que buscabas y sería mejor dejarlo aquí antes de hacernos más daño” fueron sus palabras. El asintió y con un simple Adiós, se bajo del coche quedandose tieso como un palo en la calzada. . Ella no miró atrás y fue cuando se adentró en la autopista que dejó que las lágrimas de dolor y alivio fluyeran con libertad.
Aparcó el coche y como pudo compuso su mejor rostro para que nadie en casa se diera cuenta de su pequeño drama personal y simulando un dolor de cabeza se encerró en la habitación… Ya en el abrigo de las sabanas enterró el rostro e intento ahogar su llanto con la almohada. El dolor iba cediendo con el correr de sus lágrimas y justo cuando creía que todo había llegado a su fin y que la incertidumbre desaparecería por fin de su cabeza, sonó el teléfono…


Contesto a la llamada con un simple ¿si? Y escucho su voz al otro lado de la línea telefónica… “Cariño. Tú eres la chica de mi vida. Te amo y no puedo vivir sin ti”…


Las lágrimas volvieron a caer… pero esta vez no sabía si eran de alivio o de frustración.

CONTINUARA