Erase una vez, un grupo de damitas que cada
fin de semana y cuando el reloj daba las doce campanadas, salían en su raudo Marbella
verde menta en dirección al Puerto de La Cruz, en donde se encontraba la sala
de baile más famosa del entorno. La oscuridad se cernía por el camino hacia su
destino, pero ellas lo espantaban cantando canciones divertidas…
- ¡¡¡Soy mineeerooooo y temple mi corazón con
pica y barreenaaaa!!! ….
-¡¡¡Rascayuuuu cuando mueras que harás
tuuu¡¡¡
-¡¡Siempre me voy a enamorar de quien de
miiiiiiiiiii no se enamoraaaaaaaa!!!
Estas canciones “modernas”, hacían que el
camino se hiciera más corto y que el fantasma de la autopista a la altura de La
Victoria, se convirtiera en el chico que luego encontraban acodado en la barra
del mismo local.
Risas contagiosas, faldas cortas y miradas
insinuantes, abrían las puertas de forma mágica… Dentro del local, la fiesta
continuaba, señales visuales entre ellas, un abrir y cerrar de ojos que solo
ellas entendían y habían convertido en un código secreto, entre las luces de
colores de la discoteca. Acompañamientos al baño de chicas, unas a misionar y
otras como simples sujeta bolsos y puertas carentes de pestillo, además de
comprobar la existencia de papel absorbente para los bajos, ya que de no ser
así, tendrían que utilizar el tan
socorrido clínex, algunas veces mentolado….
Fue una de tantas noches de fiestas y risas, que
una de las damas, conquisto el “corazón” de un lugareño, el cual insistía en salir fuera del local a tomar el
“fresco”, entre otras cosas. Pero se acercaba la hora de la salida del sol y
las damas de la oscuridad tenía que regresar a sus hogares para completar el
ritual del sueño sin que sus padres les rindieran cuentas. Así que con todo el
dolor de su corazón hechizado por el embrujo de la música, los brebajes mágicos
y la persistencia del lugareño declino la invitación.
Nada más salir del local, el antojo de una súper mega hamburguesa, llego al recuerdo de las papilas gustativas de
una de ellas, contagiándose al resto cual epidemia, lo que provoco que en el último momento de la noche, surgiera un cambio
de planes en el continuo ritual semanal. Montaron en el mini todoterreno y
dispuestas a llegar a la hamburguesería se adentraron en las callejuelas
oscuras, para llegar al bar sin perder el tiempo.
Justo
en una curva, se escucharon unos gritos masculinos y unas risas, que
sorprendieron y asustaron a la conductora. Medio girándose, sin perder de vista
la carretera oscura, se giró a sus compañeras de aventuras y preguntó que
sucedía....
- ¿Quienes son esos gilipollasssss???
-¡¡¡Nos están siguiendo desde hace rato!!! - dijo la dama de cabello de platino
Cuanto más aceleraba la dama de los
tirabuzones, aquel monstruoso cuatro por cuatro parecía que se les echaba
encima. Tres fueron las vueltas que dieron a una misma manzana de calles sin
que el monstruo se separase ni un ápice del pequeño Marbella y justo cuando
empezaban a perder las esperanzas, un aparcamiento justo delante de la
hamburguesería apareció ante sus ojos. Rauda y veloz, en dos maniobras de
volante, metió el vehículo en aquel aparcamiento, hasta ella misma se asombró
de su habilidad. Mientras, el monstruo instado por el resto de los vehículos
tuvo que iniciar la marcha. Fue entonces y aprovechando una distancia de tres
vehículos entre el pequeño Marbella y el Toyota, se olvidaron de la hamburguesa
y salieron detrás del perseguidor, tomando una ruta diferente….
Las valientes damas lograron dar esquinazo a
los lugareños henchidos de testosterona, pero se quedaron con las ganas de
degustar la mega hamburguesa súper deliciosa, conformándose con un vaso de agua
y unos manises...